miércoles, 28 de enero de 2009

ME PRESENTO

Al terminar el bachillerato inicio en Madrid los estudios de Arquitectura. Encuentro un ambiente intelectual muy propicio a la realización plena de mi personalidad. En dos años asimilo los conceptos de los problemas arquitectónicos que no satisfacen plenamente mi capacidad creativa al tener las limitaciones propias de una actividad cuya proyección es fundamentalmente práctica.

Decido dedicarme a la pintura ya que al tener que estudiar el dibujo en profundidad, como lo exigen los estudios de arquitectura, descubro el misterio de la creación plástica que me ofrece un ámbito mucho mayor al despliegue de mi imaginación.

Tomé contacto con el pintor Vázquez Díaz con el que mantuve conversaciones. Un verano recibo clases en San Sebastián de Ascensio Martiarena, gran artista impresionista, que me inicia en la práctica del óleo.

Vuelvo a la Villa y Corte y, por recomendación de Vázquez Díaz, el pintor Pepe Caballero me orienta, ampliando mi experiencia en el dibujo. Coincidí en su estudio con la duquesa Cayetana de Alba que, así mismo, aprendía a pintar bajo los auspicios del artista onubense. Más tarde, Cayetana, me dedicaría en catálogo para una exposición que iba a celebrar en Madrid bajo su patrocinio.

Después de mis estudios con Caballero, continué mi aprendizaje con Pedro Mozos, profesor en aquel tiempo de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, con quien asimilé otra forma de interpretar la plástica. Al mismo tiempo frecuentaba el Círculo de Bellas Artes, donde existía un aula en la que podían encontrarse modelos para pintar y dibujar desnudos. Allí conocí un profesor, Pérez Vivo, que amplió mis conceptos del dibujo y mi visión de la composición.

En una exposición que celebraba Pancho Cossío en el Ateneo, me presenté a él comentándole uno de sus cuadros, sobre como lo había realizado y la técnica empleada en el mismo. Se sorprendió e inicié una amistad tan fructífera, o tal vez más, que con los anteriores, descubriéndome todos los misterios de una tradición que bien podría remontarse a tiempos del Renacimiento, pues pintaba con pigmentos y aceites que él mismo elaboraba. De igual manera me movía en el ambiente intelectual del Foro, lugares como el Café Gijón, donde conocí a otros pintores de la Escuela de Madrid, entre ellos a Manolo Conde, poeta, pintor y crítico de arte, componente de el Grupo El Paso. A través de Conde conocí a Antonio Saura y a Rafael Canogar que, en ese momento, marcaban la vanguardia de la pintura, yo diría que a nivel mundial. También tuve la suerte de conocer al músico Luis de Pablo, que en aquella época experimentaba con la música concreta.

Mi espíritu inquieto y mi afán de descubrir me llevó a instalarme en Ibiza, encontrando en la isla un ambiente propicio a la creatividad y artistas de diversas nacionalidades, entre ellos al pintor donostiarra José Antonio Sistiaga, que se movía por los derroteros de la pintura abstracta, entablando con él una gran amistad. En las Pitiusas realicé, un poco, todo el itinerario de mi quehacer pictórico: del realismo impresionista a la que yo llamo la síntesis, que en última instancia acaba en la abstracción, siendo una época muy fructífera.

De Ibiza me marché a descubrir Paris, viviendo plenamente la vorágine y los años álgidos de la capital francesa, donde te encontrabas en el Café Deux Magots con celebridades del calibre de Alberto Giacometti, el poeta, pintor y dramaturgo Jean Cocteau, e incluso Pablo Picasso cuando abandonando Cannes se daba un garbeo por la Ville Lumiere. Pero estas y otras muchas más historias podréis leerlas, y se irán desgranando, en próximos y sucesivos posts.