Había un ambiente muy variopinto. Grupos con grandes inquietudes políticas de todos los signos. En los cafés del Barrio Latino se dilucidaban todos los temas, lo divino y lo humano, Era habitual terminar a las siete de la mañana de tertulia por las orillas del Sena. Era un ambiente muy frecuentado por gente de aquí, de este lado de la frontera. En este tiempo que viví en París absorví todas las esencias que me ofrecía la Ciudad Luz. Con la llegada del verano volví a San Sebastián donde comencé otra etapa creativa. Celebré una exposición en Fuenterrabía en la época en la que veraneaba toda la plana mayor del Foro, ministros, artistas, aristocracia... Fue un éxito, ya que se vendió toda la exposición.
Solía pintar mucho paisaje, pues viajaba siempre en furgoneta, donde instalaba mi estudio. En uno de esos periplos me acerqué a Tomelloso (Ciudad Real), pues allí residía Antonio López Torres, que me había causado una gran impresión tras ver la exposición que había celebrado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid., tío carnal y maestro de Antonio López, el famoso pintor hiperrealista contemporáneo mundialmente conocido. Me presenté en su residencia y como no me conocía me pidió que pintara un cuadro de la llanura de al lado de su casa y volviera con él mismo resuelto. Ahí empezó una amistad importantísima para mí, pues representaba otro de los grandes maestros de los que tuve la suerte de conocer. Pasaba cierto tiempo en Tomelloso e íbamos a pintar las viñas en la llanada manchega, asombrándose de lo rápido que yo pintaba. Así, en diferentes temporadas, iba a pintar con él que disfrutaba con las salidas al campo que realizábamos en mi furgoneta.
Alternaba mis estancias en mi estudio de San Sebastián con mis viajes, ya por Castilla, el Mediterráneo y Europa. Me empapé del Renacimiento Italiano durante mi estancia en Florencia; de allí me fui a Rávena, matriculándome para aprender la técnica del mosaico. Más tarde Roma, Nápoles... Otro destino favorito de mis correrías fue Ámsterdam, donde podía visitar a Rembrandt, Vermeer, Van Gogh...
Un buen día, en San Sebastián, me encontré con un amigo mío pintor residente en Paris al que pregunté qué ofrecía de interesante la capital francesa en ese momento. Resultó que tenía amistad con la condesa de Torremora, fundadora del Centro Internacional de Estudios Latinos (C.I.E.L.), que me invitó a su casa al mismo tiempo que me preparaba una exposición en la Casa de España en Paris, recién inaugurada por los entonces Príncipes de España. Fue un gran éxito la muestra, a la que la condesa invitó a toda la aristocracia parisina. De ahí surgió la preparación de la exposición que más tarde celebré en la U.N.E.S.C.O. ya que la prensa parisina especializada realizó una crítica muy importante.
Solía pintar mucho paisaje, pues viajaba siempre en furgoneta, donde instalaba mi estudio. En uno de esos periplos me acerqué a Tomelloso (Ciudad Real), pues allí residía Antonio López Torres, que me había causado una gran impresión tras ver la exposición que había celebrado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid., tío carnal y maestro de Antonio López, el famoso pintor hiperrealista contemporáneo mundialmente conocido. Me presenté en su residencia y como no me conocía me pidió que pintara un cuadro de la llanura de al lado de su casa y volviera con él mismo resuelto. Ahí empezó una amistad importantísima para mí, pues representaba otro de los grandes maestros de los que tuve la suerte de conocer. Pasaba cierto tiempo en Tomelloso e íbamos a pintar las viñas en la llanada manchega, asombrándose de lo rápido que yo pintaba. Así, en diferentes temporadas, iba a pintar con él que disfrutaba con las salidas al campo que realizábamos en mi furgoneta.
Alternaba mis estancias en mi estudio de San Sebastián con mis viajes, ya por Castilla, el Mediterráneo y Europa. Me empapé del Renacimiento Italiano durante mi estancia en Florencia; de allí me fui a Rávena, matriculándome para aprender la técnica del mosaico. Más tarde Roma, Nápoles... Otro destino favorito de mis correrías fue Ámsterdam, donde podía visitar a Rembrandt, Vermeer, Van Gogh...
Un buen día, en San Sebastián, me encontré con un amigo mío pintor residente en Paris al que pregunté qué ofrecía de interesante la capital francesa en ese momento. Resultó que tenía amistad con la condesa de Torremora, fundadora del Centro Internacional de Estudios Latinos (C.I.E.L.), que me invitó a su casa al mismo tiempo que me preparaba una exposición en la Casa de España en Paris, recién inaugurada por los entonces Príncipes de España. Fue un gran éxito la muestra, a la que la condesa invitó a toda la aristocracia parisina. De ahí surgió la preparación de la exposición que más tarde celebré en la U.N.E.S.C.O. ya que la prensa parisina especializada realizó una crítica muy importante.